Ficha: Ludwig Beilschmidt

Ludwig es un chico bastante alto para su edad (1.80 m), razón por la cual siempre lo confunden con los de último año. Pesa 72 kg, tiene una musculatura marcada gracias al soccer, pero no de una manera exagerada. Es de piel blanca, ojos azul cielo y posee el cabello rubio, un tanto largo en el fleco, el cual arregla hacia atrás. A pesar de que aún es adolescente, ya se le pueden notar esas fuertes facciones de hombre alemán en su rostro.

Siempre carga su uniforme justo como en el reglamento, la única excepción sería el collar de la Cruz de Hierro que le regaló su hermano mayor y la cual no se quita nunca. Usa gafas para leer y escribir. Fuera de clases suele usar camisetas sin mangas y jeans oscuros. También usa camisetas de sus bandas favoritas (la mayoría, alemanas).

Puede tener 16 años, pero es un chico muy maduro para su edad. Es correcto, eficiente, un poco tosco y (demasiado) serio. No es muy bueno relacionandose y tiene problemas para dejar su aspecto serio, por lo que algunos de sus compañeros lo consideran intimidante. Le gustan las reglas y el orden. Se le podría calificar como obsesivo-compulsivo si hablamos de limpieza. No tolera los errores y suele ser muy pesimista. No es muy conversador y se pone nervioso con facilidad cuando se encuentra con chicas o personas desconocidas. A pesar de todo esto, es un chico amigable y muy atento con sus amigos. No suele enojarse tan a menudo, pero cuando lo molestan mucho puede parecer un psicópata asesino. Fuera de clases comparte la mayor parte de su tiempo con Feliciano, a quien considera su único mejor amigo, y con Kiku, a quien respeta mucho. También se le puede ver con su hermano Gilbert, aunque no muy a menudo. Otros que se le consideran sus amigos serían Roderich y Elizabeta. Trata de llevarse bien con el hermano mayor de Feliciano, Lovino, pero éste le tiene pavor. Y con mucha razón. El pobre Lovino sorprendió en uno de sus días y afrontó las consecuencias de molestar a un Ludwig enojado. Quizá sus compañeros no estén del todo equivocados...

Proviene de una familia militar no muy cariñosa, por lo que le cuesta mostrar sus sentimientos hoy en día. Tiene un hermano mayor al cual no ve mucho, aún así le tiene aprecio. A su hermana mayor la protege como si fuese menor que él. Sus padres le inculcaron mucha disciplina y orden, he allí su carácter. Quiso ser militar como sus padres, pero luego de enterarse de las Guerras Mundiales, rehuyó de esa idea. Aún así, sus padres hicieron que entrara a la Academia Militar le gustara o no. Además de ser forzado a la milicia, sus hermanos se fueron de la casa durante ese período, lo que hizo que Ludwig se deprimiese aún más. Resignado a una vida militar, un día escuchó sobre la Academia de las Naciones y que harían una inspección en su cuartel. Decidido a salir de ese horrible lugar, se esforzó todo lo que pudo y terminó obteniendo el cupo designado al chico alemán.

-¿Expulsión?, dijo el rubio sorprendido, levantandose de su asiento. El presidente de su clase le acababa de informar que el director lo estaba citando para discutir su estadía en la Academia.

-Pero... ¿por qué? ¿Qué hice? No recuerdo haber inflingido ninguna regla. Digo, yo siempre leo el reglamento y trato de acatar todo al pie de la letra. Además, no peleo ni nada por el estilo..., pensaba en voz alta en su camino hacia la dirección, ganandose mirada de extrañeza por los que pasaban a su lado. Es la primera vez que lo llamaban a la oficina del Director. No se sentía muy bien, sus manos sudaban, la corbata le apretaba. Se preguntaba de manera un tanto cliché "¿Qué he hecho yo para merecer esto?".

Tragó saliva al abrir la puerta del Director, quien le hizo ademán para que se sentara. Así lo hizo y secándose disimuladamente las manos con su pantalón apenas dijo: -Señor.... El Director se le quedó mirando, como esperando a que continuara, pero al ver que no lo hizo le informó su falta. Se había encontrado un six-pack de cervezas vacías en su dormitorio durante una inspección. Carraspeó. Eso. Claro. Por supuesto pensó, mientras se abofeteaba mentalmente. Aquella noche en la que Gilbert le llegó con ese six-pack de contrabando, proclamando que el 'awesome' Gilbert las pudo meter porque 'tu hermano es muy genial' y eso. Tenía que admitirlo: amaba la cerveza y, luego de tanto tiempo sin tomar, no iba a dejar pasar esa oportunidad.

Pensando rápidamente en una excusa, pudo hablar más aliviado. -Verá, señor... , comenzó a contarle el cómo necesitaban esas cervezas para un experimento de Biología. Que si la levadura y sus efectos. ¿Absurdo? Un poco. ¿Poco creíble? Quízas. Pero hey... si al viejo le parecía razonable ¿quién era él para discutirle?

"La muerte es cierta, la hora incierta."