Oh, oh, oh! It's time to go! [Priv. Ludwig]

Julchen estaba feliz. Había logrado permiso para ir al Centro Comercial y por fin, desde que había llegado a la escuela, podía usar ropa adecuada a su genial persona (porque el uniforme era una real molestia). Y para mejorar su disposición, había encontrado unas botas altas, de tacón, a buen precio. Sonrió satisfecha, andando por las "calles" entre tiendas. Habían tantas tiendas de diferentes tipos que no sabía bien a cual más ir. Aunque podría comprarse una chaqueta. Sólo tenía tres y para ella, eso era poco. Al fin y al cabo, alguien tan genial tenía que tener siempre un cambio de ropa adecuado.

Con seguridad, mantuvo un paso firme mientras miraba distraídamente los escaparates, esperando encontrar algo que llamase su atención. Sin embargo, de repente escuchó un silbido. Se giró, en busca del autor para toparse con un joven que no conocía, alto y castaño. Le sonrió de lado, con arrogancia, para después girarle la cara con descaro y seguir su camino. Aunque el chico era su tipo, en el momento tenía asuntos más importantes que atender. Aún así, el suceso había causado que la satisfacción la recorriese por entero. Era normal que la gente se girase a mirarla al pasar o que incluso silbasen detrás de ella. Porque al fin y al cabo, nadie podía destacar más que su genial persona. Y si tenía que ser sincera, las botas negras de tacón que le llegaban hasta por debajo de las rodillas, combinadas con aquella falda azul oscuro, corta, más la camisa blanca y el abrigo largo de color negro por el cual había optado le quedaban ciertamente bien. Pero al fin y al cabo, ¿qué no le quedaba bien a su tan perfecta figura?

Con una arrogante sonrisa plasmada sobre sus facciones, mantuvo el ritmo a la hora de caminar, esperando por fin encontrar algo de su interés. Hasta que más al frente de ella, algo llamó su atención. Una cabellera rubia que se le hacía conocida. Ladeo la cabeza ligeramente, curiosa. Parecía tratarse de Ludwig, pero no estaba segura.

-¡Ludwig! -llamó mientras se dirigía hacía el rubio, sin importarle que tal vez no se tratase de su hermano. Pero al fin y al cabo, ella nunca se equivocaba.

Cuando el rubio se giró y resultó ser su hermano, sonrió con amplitud, satisfecha por haber acertado. No tardó en alcanzarlo, quedando frente suya.

-¿Estás de compras? -preguntó algo curiosa, ojeando las bolsas del menor -. Espero que no estés comprando material para clase -dijo. Al fin y al cabo, veía capaz a su hermano de hacer algo así. Resultaba bastante serio con sus clases. Pero el Centro Comercial era para comprar ropa, sin duda alguna. Aunque actualmente hubiesen y tiendas para material escolar. Pero mientras esperaba una respuesta, algo llamó su atención, causando su partida antes de escuchar lo que el menor tuviese que decirle. En un escaparate cercano había visto una chaqueta que era perfecta para su genial persona. Tan perfecta como cara.
-Verdammt... -murmuró, algo molesta por no tener el dinero. ¿Podría robarla? Se dio un leve golpe contra el escaparate ante aquel pensamiento. Había dejado esa vida atrás. No podía hacer algo así. ¡Tenía que ser la chica más femenina y perfecta! Y lo sería.
Con decisión se giró, observando a su hermano y enseguida lo atrapó por un brazo, comenzando a andar, alejándolo del escaparate.
-¡Vamos a tomar algo! Tú invitas -dijo, sonriéndole al menor mientras lo arrastraba con ella.

Sonrió satisfecha ante la aprobación de su hermano. La iba a invitar, eso era perfecto. Le miró mientras le hacía la pregunta, soltándole el brazo y andando normalmente al lado del chico, haciendo resonar sus tacones con orgullo.

-¡Ha! Pocas cosas son dignas de mi asombrosa persona -contestó de manera egocéntrica, lo usual -, pero encontré unas botas adecuadas para mi grandiosidad -comentó con entusiasmo. Seguía pensando que el colegio no debería usar uniforme. ¡Ella tendría que lucirse cada día! Y no dudó en quejarse sobre el tema con su hermano.
-Los uniformes son tan innecesarios. ¡Así no puedo lucirme! Es siempre la misma ropa. ¿Qué se cree esa gente? Yo no soy una del montón -aireó con desagrado, en ocasiones gesticulando tal vez demasiado y golpeando sin querer a transeúntes que pasaban por su lado. Curiosamente, los golpes nunca llegaban a su hermano, el cual andaba a su lado y estaba más cerca.